Actualizado el 20 septiembre, 2023
Las extraordinarias guerras napoleónicas representaron un episodio trascendental para la historia francesa. En dicho acontecimiento se revela Napoleón Bonaparte como uno de los grandes estrategas y tácticos militares de la historia. Aquí conocerás los motivos que ocasionaron estas guerras, todas las coaliciones que se formaron, sus consecuencias y el legado militar que dejaron.
¿Cuándo fueron las Guerras napoleónicas?
Las guerras napoleónicas se llevaron a cabo entre los años 1803 y 1815, las cuales fueron casi dos décadas de enfrentamientos y conflictos bélicos que involucraron a todo el entorno militar, político y diplomático de la sociedad de ese entonces.
Constituyen un periodo de 15 años de conflicto recurrente que sólo concluyó con la batalla de Waterloo y la segunda abdicación de Napoleón el 22 de junio de 1815. Un episodio histórico relacionado es la Batalla de Leipzig.
En esta serie de grandes conflagraciones se enfrentaron el Imperio francés y sus aliados, liderados por Napoleón I contra numerosos reinos e imperios europeos.
Las guerras napoleónicas se libraron durante el gobierno de Napoleón Bonaparte a su llegada al poder en noviembre de 1799, tras el fin de la Revolución Francesa.
Fueron contiendas que se derivaron de las disputas no resueltas asociadas a la Revolución Francesa y su conflicto resultante y se realizaron contra un conjunto fluctuante de potencias europeas formadas en diversas coaliciones.
Las mismas produjeron un breve periodo de dominio francés sobre la mayor parte de la Europa continental. Te recomendamos la lectura de Batalla del Somme, otra importante conflicto bélico.
Guerras napoleónicas
El gran acontecimiento histórico que significaron las guerras napoleónicas constituyó una etapa, que cambió la historia de Francia en virtud de las muchas y valiosas lecciones militares, políticas y diplomáticas que dejaron y que abarcaron muchos tipos de situaciones personales, políticas y bélicas.
Como antecedente de estas guerras napoleónicas se cuenta el estallido de la Revolución Francesa, el cual había sido recibido con gran alarma por los gobernantes de las potencias continentales de Europa, que se había visto exacerbada por la ejecución de Luis XVI de Francia y el derrocamiento de la monarquía francesa.
Antes de que Bonaparte accediera al poder en Francia, Gran Bretaña había mostrado todo su poderío militar intentando imponerse en el continente, convirtiéndose en el primer oponente de Bonaparte.
Así, los británicos llevaron a cabo muchas estrategias y financiaron coaliciones entre los diferentes países de la región con el único objetivo de que se opusieran a Francia, le declararan abiertamente la guerra y buscar así detener el poder expansivo que ésta estaba obteniendo.
Para ello, según avanzaban los acontecimientos, el Reino Unido fue organizando coaliciones, que a la postre fueron siete, con las cuales hicieron frente de manera directa a Francia, luchando en diversas batallas, de las cuales Francia perdió de forma contundente la última.
Primera coalición
La primera coalición de las guerras napoleónicas se formó entre los años 1792 y 1797 cuando las fuerzas del Reino de Gran Bretaña, Imperio austriaco, Reino de Cerdeña, el Reino de Nápoles, Imperio español, Prusia, Holanda y los Países Bajos se sintieron provocadas a unirse contra Francia, debido a:
- El decreto que les ayudó a recuperar la libertad, emitido por la Convención a finales de 1792 en el que se ofrecía apoyo a todos los pueblos que quisieran reinstaurar su libertad.
- La ejecución de Luis XVI, condenado a muerte en la guillotina el 21 de enero de 1793 por el gobierno revolucionario de la Convención, que lo declaró culpable de “conspiración contra la libertad pública y de atentado contra la seguridad nacional”.
- La apertura del estuario del Escalda, en Bélgica, que proporcionaría a los países aliados contra Francia un puerto grande para recibir los suministros de guerra.
Esta primera coalición siguió a las guerras revolucionarias francesas y se libró para revertir el resultado de la Revolución Francesa y restaurar la monarquía.
El Directorio francés, que era un consejo de cinco miembros, encargó a Napoleón Bonaparte la dirección de las operaciones militares contra las fuerzas austriacas. Cerdeña ya había declarado la guerra a Francia y ésta a su vez había declarado la guerra a Gran Bretaña, Holanda y España, por lo que las probabilidades no estaban a favor de Francia.
A finales de 1793, los aliados fueron expulsados de Francia y los nuevos comandantes, Jourdan y Pichegru, tomaron la ofensiva en 1794. Jourdan había derrotado a los austriacos en Fleurus y Pichegru se había apoderado de los Países Bajos.
En 1795, Holanda, Prusia y España hicieron la paz con Francia, pero la guerra contra Cerdeña y Austria continuó. Francia creó progresivamente un plan de ataque a tres bandas: Jourdan hacia el sudeste de los Países Bajos, Moreau hacia el sur de Alemania y Napoleón se encargaría del Piamonte y Lombardía.
Antes de finalizar 1795, los franceses derrotaron a los aliados, pero en 1796, el nuevo comandante austriaco venció tanto a Jourdan como a Moreau.
En 1797, Napoleón firmó la paz de Leoben en Austria, por lo que sólo Gran Bretaña permaneció en guerra con Francia.
De manera tal que esta primera coalición, que buscaba aniquilar a las fuerzas francesas, no logró su objetivo.
En el ínterin, Francia implementó medidas de guerra como el reclutamiento masivo, reformas militares y la guerra total, que le permitieron derrotar a la coalición, a pesar de la guerra civil concurrente en Francia.
Segunda coalición
La segunda coalición de las guerras napoleónicas se ejecutó del año 1798 al 1801 y estuvo conformada por el Reino Unido, el Imperio ruso, el Imperio otomano, el Imperio austriaco, los Estados Papales, el Reino de Nápoles, Suecia y el Reino de Portugal.
La República Francesa bajo el Directorio sufría fuertes niveles de corrupción y luchas internas. La nueva república también carecía de fondos y ya no contaba con los servicios de Lazare Carnot, el ministro de guerra que había guiado a Francia hacia sus victorias durante las primeras etapas de la Revolución.
En 1798, el Directorio envió a Napoleón a tomar el control de Egipto para que los franceses proteger su actividad comercial y también controlar el comercio británico. Gran Bretaña había reconocido la gran amenaza que esto suponía, por lo que provocó la Batalla del Nilo en agosto de 1798.
El almirante británico Horatio Nelson dirigió esta batalla y destruyó la flota francesa mientras estaba anclada en los bajíos. 38.000 soldados franceses quedaron varados.
Esta victoria de los británicos despertó el valor y la confianza. Europa decidió atacar a Francia mientras estaba debilitada. Esto hizo que se produjera la segunda coalición. Napoleón regresó de Egipto el 23 de agosto de 1799, tras el fracaso de su campaña y para entonces el Directorio había perdido poder y apoyo.
El 9 de noviembre de 1799 Napoleón tomó el control del gobierno francés, en un golpe de estado incruento, llamado Golpe de Estado Brumario, sustituyendo el Directorio por el Consulado y transformando la república en una dictadura de facto.
Este sistema gubernamental, el Consulado, estaba liderado por tres cónsules; a saber: Napoleón como el primer cónsul, el conde Emmanuel-Joseph Sieyès y el político Pierre Roger Ducos y se instituyó una nueva constitución siguiendo el modelo de la constitución de la Antigua Roma.
Hay algunas pruebas de estas guerras napoleónicas que apoyan la acusación de Napoleón de porque los ejércitos europeos estaban teniendo éxitos militares, cuando todavía había una guerra civil en Francia y no se habían efectuado ninguna reforma interna era que, cuando Napoleón se autoproclamó primer cónsul, nadie se dio cuenta de que se estaba gestando una dictadura.
Napoleón tenía poder absoluto sobre una república heredada sumida en un caos, que, sin embargo, logró crear posteriormente un Estado con finanzas estables, una fuerte burocracia y un ejército bien entrenado.
Inmediatamente, Francia comenzó a obtener victorias terrestres, para la cual las fuerzas rusas e inglesas eran sólo ejércitos simbólicos, pues el ejército principal era austriaco.
Por su parte, en 1799, los ejércitos europeos tuvieron éxito en diversas campañas que ejecutaron:
- Austria hizo retroceder a los franceses a través del Rin.
- Un ejército ruso-austriaco expulsó a los franceses de Italia.
- Gran Bretaña, bajo el mando del duque de York, expulsó a los franceses de Holanda.
Se planificó un ataque en tres frentes contra Francia, por parte de Gran Bretaña, Austria y Rusia.
- Gran Bretaña atacaría a través de Holanda.
- Austria atacaría desde Italia.
- Un ejército ruso atacaría a Francia por Suiza, entonces conocida como la República Helvética, creada por Francia.
Napoleón dirigió a los franceses contra Austria en la batalla de Marengo el 14 de junio de 1800 y venció a los austriacos.
El Tratado de Lunéville a principios del año siguiente selló el fracaso de Austria, teniendo que entregar a Francia todos los territorios al sur del Rin y todas sus posesiones en el norte de Italia.
Rusia ya había sido eliminada de la guerra al ser neutralizada porque el zar Pablo admiraba a Napoleón como otro autócrata y, así, a finales de 1800 abandonó la coalición y se hizo amiga de Francia.
La Nación rusa se convirtió, entonces, en una amenaza para Inglaterra a causa de la Cuestión de Oriente y porque Gran Bretaña dependía en gran medida de Rusia para los suministros navales. Dicha amenaza se evitó porque:
- El zar Pablo fue asesinado en 1801 y le sucedió el zar pro-británico Alejandro I.
- Gran Bretaña derrotó a la flota danesa en la batalla de Copenhague en 1801.
Inglaterra, Austria y Rusia, aunque habían intentado quitarle el poder a Napoleón, al final de la guerra las tres naciones acabaron firmando un tratado de paz, la Paz de Amiens, entre Gran Bretaña y Francia en 1802.
Ambos países necesitaban un respiro tras 10 años de guerra y el nuevo Primer Ministro de Gran Bretaña, Addington, siempre había querido encontrar un acuerdo pacífico para poner fin a las guerras contra Francia.
Aun cuando Francia se hallaba en una crisis económica y con líneas militares disminuidas, sin embargo, con estrategia militar, entre derrotas y victorias, Napoleón se autoproclamó emperador de Francia y logró vencer la coalición.
Tercera coalición
Esta coalición de las guerras napoleónicas tuvo lugar entre 1805 y 1807 mediante el eje conformado por el Reino Unido, el Reino de Nápoles, Suecia, Austria y el Imperio ruso. Ese año 1805 esta coalición inició la guerra contra Francia.
La acción rusa se centró de nuevo en el Mediterráneo, con una flota bajo el mando del almirante Dmitry Senyavin enviada desde el Báltico para asegurar el dominio del mar Adriático y frenar la expansión francesa en los Balcanes, especialmente en la estratégica fortaleza-guarnición de Ragusa o Dubrovnik, ciudad costera en Croacia.
En el mar, los británicos eran más poderosos y dieron un duro golpe a la armada conjunta franco-española en la batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Esta victoria aseguró el control británico de los mares y evitó la invasión de la propia Gran Bretaña.
Aunque los británicos reafirmaron su supremacía en el mar con esta batalla, en tierra el escaso liderazgo ruso y austriaco en Europa Central condujo a las victorias decisivas de Napoleón.
Bonaparte había alcanzado grandes éxitos en Baviera, lo que permitió avanzar hacia la capital austriaca de Viena. Frente a él, una fuerza rusa, comandada por Mijaíl Kutuzov se vio obligada a retirarse con los restos de las fuerzas austriacas de la región.
Después de ser perseguidos a través del río Danubio, la fuerza austro-rusa decidió dar la batalla el 2 de diciembre de 1805 cerca del pueblo de Austerlitz, la cual resultó una victoria aplastante para Napoleón, quien solo perdió unos 9.000 de sus 67.000 hombres muertos o heridos, frente a los 36.000 muertos, heridos o capturados por los aliados, de una fuerza total de 85.000.
Esta victoria permitió a Napoleón ocupar Viena y hacer retroceder a los rusos hacia el este.
Esta tercera coalición de las guerras napoleónicas terminó con el tratado de Presburgo, firmado el 26 de diciembre de 1805, el cual sacó a Austria de la guerra y la obligó a entregar una cantidad sustancial de territorio en Alemania e Italia a los aliados franceses, así como a realizar importantes reparaciones financieras a los franceses.
El tratado incluía una cláusula que permitía a todas las tropas rusas que quedaban en Alemania regresar a territorio ruso. Napoleón continuó en guerra contra Gran Bretaña, Rusia y Suecia, por lo que no se logró una paz duradera.
Esta derrota austriaca marcó el fin de la tercera coalición, así como del antiguo Sacro Imperio romano en Alemania, y señaló el surgimiento de una Confederación del Rin patrocinada por Francia.
Cuarta coalición
Esta coalición se llevó a cabo de 1806 a 1807 y estuvo integrada por los restos de la tercera coalición tras la derrota de los austriacos: Rusia, Suecia y Sajonia. En ese momento, Prusia se había unido nuevamente a la guerra y luchaba del lado de los aliados, a pesar de la oferta de alianza francesa.
Prusia se sentía amenazada por el ascenso del poder francés tras la derrota de Austria. Esto se agravó con la creación de la Confederación del Rin, que llevó a los franceses y a sus aliados hasta las fronteras de Prusia.
En consecuencia, ésta se declaró a favor de los aliados a los pocos meses de Austerlitz, marcando así el inicio de la guerra de la cuarta coalición, la cual lideró reanudando las hostilidades en octubre de 1806.
A pesar de ser una parte importante de la coalición, Gran Bretaña no participó en ninguna campaña terrestre importante durante esta contienda, sino que llevó a cabo una política de guerra económica, aislando a Francia de sus colonias e interrumpiendo su comercio marítimo.
Esto dejó sólo a los prusianos y a los rusos para enfrentarse a los ejércitos de Napoleón. Pero Prusia estaba prácticamente sola, ya que los rusos aún no se habían vuelto a movilizar tras su derrota en Austerlitz.
Napoleón, al enterarse de la declaración de guerra prusiana, optó de nuevo por una estrategia ofensiva. Inmediatamente reunió a su Gran Ejército en el Rin y, en septiembre de 1806, lanzó su invasión.
El ejército francés pudo superar y destruir a la mayor parte de las tropas prusianas en una campaña rapidísima. Napoleón entró en Berlín sólo 19 días después de que su ejército cruzara el Rin e invadiera Prusia.
Durante su estancia en Berlín, Bonaparte promulgó el decreto de Berlín el 21 de noviembre de 1806, que puso en marcha el Sistema Continental, que fue un plan de gran alcance con el que Napoleón esperaba paralizar a Gran Bretaña lo suficiente como para que se retirara de la guerra.
Era un plan relativamente sencillo: todos los puertos europeos estarían cerrados al comercio marítimo británico, prohibiendo todas las importaciones y exportaciones a Gran Bretaña. Aunque este sistema nunca funcionó realmente, fue uno de los factores que motivaron la posterior marcha de Napoleón sobre Rusia.
Así, a finales de 1806, Napoleón marchaba hacia el este para enfrentarse al avance de los ejércitos rusos. Cuando entró en Polonia, proclamó la formación de un nuevo Ducado de Varsovia, que sería gobernado por su aliado, Federico Augusto I de Sajonia, consolidando su posición en ese país.
El 7 de julio de 1807 se firmó el tratado de Tilsit, que puso fin a todas las hostilidades entre Francia y Rusia, y obligó a ésta a unirse al Sistema Continental. En ese momento, sólo Suecia estaba en guerra con Francia en Alemania, y tras una corta pero sangrienta campaña, los franceses ocuparon el resto de la Pomerania sueca.
En consecuencia, sólo Gran Bretaña siguió en guerra con Francia, ya que Rusia se había aliado con Napoleón y declaró la guerra a Gran Bretaña.
En ese momento, Napoleón dirigió su atención a la península ibérica y a Portugal, el único aliado de Gran Bretaña en la Europa continental. En noviembre de 1807, envió un ejército al mando de Jean-Andoche Junot a través de España hasta Portugal para ocupar el país y cerrar los puertos portugueses a los barcos británicos. La misión era aislar y debilitar económicamente a Gran Bretaña a través de su Sistema Continental,
Napoleón no sólo miraba a Portugal, sino a la propia España, su viejo aliado, con el fin de ejecutar su plan de deponer a la familia real española reinante y declarar a su hermano rey de España en 1808 como José I.
Por su parte, los británicos se enfocaron en abrir un segundo frente contra Napoleón en lo que se llamaría la Guerra Peninsular.
Quinta coalición
Esta coalición se llevó a cabo desde abril a octubre de 1809 y se trató de un conflicto abortado que vio a una Austria renovada junto con Gran Bretaña una vez más enfrentada a los franceses.
Austria, inspirada por el éxito británico en la península, y aún humillada por las condiciones del tratado de Presburgo, abrió la guerra con un ataque sorpresa en Baviera el 10 de abril de 1809. El avance austriaco fue inicialmente exitoso y pudo forzar una retirada constante de los defensores franceses y bávaros.
Sin embargo, su impulso se vio frenado en la batalla de Eckmühl, en la que el propio Napoleón obligó a las fuerzas austriacas a retirarse. Napoleón pasó entonces a la ofensiva y, el 13 de mayo de 1809 ocupó la capital austriaca por segunda vez en cuatro años.
No obstante, el ejército austriaco, bajo el mando del archiduque Carlos, se retiró a través del Danubio y tomó posiciones defensivas, esperando a ver por dónde intentaban cruzar los franceses.
En la batalla de Aspern-Essling del 21 y 22 de mayo, los austriacos lograron sorprender a los franceses en las inmediaciones del campo de batalla. Tras dos días de combates los austriacos lograron rechazar el paso de los franceses y obligaron a Napoleón a pedir la retirada a la isla fluvial de Lobau en el Danubio.
Napoleón planeó, entonces, su siguiente cruce del Danubio el 30 de julio con una fuerza francesa renovada de 188.000 hombres. Esta vez, los austriacos no se opusieron al avance francés en la orilla del río, sino que tomaron posiciones defensivas en torno a la ciudad de Wagram, situada a 8 millas del río.
La batalla de Wagram, que se desarrolló entre el 5 y el 6 de julio, fue una de las más sangrientas de la guerra. Los franceses, aunque fueron rechazados el día 5, consiguieron hacer insostenible la posición de Carlos el día 6 y forzaron la retirada del ejército austriaco a Bohemia, ubicada en lo que sería la República Checa.
Seis días después, los austriacos firmaron el armisticio de Znaim con Napoleón, poniendo fin a todo el conflicto entre Austria y Francia. Aunque el armisticio no era un tratado completo, dio lugar al Tratado de Schönbrunn, que acabó con la quinta coalición, aun cuando los británicos y los portugueses seguían luchando en la península ibérica.
Sexta coalición
Esta coalición como parte de las guerras napoleónicas se efectuó entre 1812 y 1814 y estuvo compuesta por el Reino Unido, Rusia, algunos estados alemanes, Austria, Suecia, Prusia, España y Portugal.
Esta contienda supuso finalmente la destitución de Napoleón del poder en Francia y su posterior exilio a la isla italiana de Elba, siendo la muestra más fehaciente de los europeos después de mucho tiempo de encerrar a las fuerzas francesas, vencer definitivamente a Napoleón y deshacerse del yugo opresor francés.
En 1812, el imperio francés estaba en su apogeo. Tanto Austria como Prusia habían sido subyugadas y estaban en alianza nominal con Francia. Aun cuando Arthur Wellesley, duque de Wellington, y su ejército anglo-ibérico avanzaban por España, ésta no era más que una amenaza menor para el imperio de Napoleón.
Bonaparte estaba enfocado en una invasión de Rusia para tomar la capital Moscú y obligar al zar ruso Alejandro I a volver a comprometerse con el Sistema Continental, del que se había alejado.
El 23 de junio de 1812, Napoleón cruzó el río Neman, en la frontera rusa. Las fuerzas rusas se replegaron, llevando a cabo una campaña de tierra quemada para privar a los franceses de todos los alimentos y suministros.
El 14 de septiembre, Napoleón y su ejército entraron en Moscú, pero encontraron la ciudad abandonada y vacía de alimentos y suministros muy necesarios. Los franceses, viendo que su posición era insostenible, y con la llegada del duro invierno ruso, comenzaron lo que se llamaría la Gran Retirada.
En noviembre, los restos del ejército volvieron a cruzar la frontera alemana después de haber soportado temperaturas gélidas, falta de alimentos, deserciones y, al mismo tiempo, haber sido acosados por las fuerzas rusas.
En ese momento, estas fuerzas rusas se reunieron con el mando militar prusiano, entonces supuestamente aliado de Francia, para formular la Convención de Tauroggen, que ponía fin a las hostilidades entre Prusia y Rusia, y que llevaría en el Tratado de Kalisch, en el que Prusia se alió con Rusia, Suecia y Gran Bretaña, además de declarar la guerra a Francia.
Después de su desastre en Rusia, Napoleón regresó a París; allí se comprometió a reconstruir sus fuerzas en el frente oriental a lo que eran antes de la campaña rusa.
En este punto, las facciones en guerra declararon un armisticio, que duró desde el 4 de junio hasta el 13 de agosto. Esto permitió a ambos bandos recuperarse de las terribles pérdidas sufridas en los combates del año anterior.
Al reiniciarse las hostilidades, Napoleón y los franceses parecieron recuperar la iniciativa con su victoria en la batalla de Dresde de agosto de 1813, sin embargo, no sirvió para cambiar el rumbo de la guerra, ya que las fuerzas francesas sufrieron varias derrotas menores, pero estratégicamente importantes y la destrucción del ejército francés en la batalla de Kulm del 29 y 30 de agosto de 1813.
Luego, del 16 al 19 de octubre de 1813 se libró la conocida la Batalla de las Naciones, con triunfo para los aliados, que fue la mayor batalla individual que Europa había visto jamás, y lo seguiría siendo hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Esta derrota obligó a los franceses a retirarse al otro lado del Rin y a tomar posiciones defensivas en ese frente. Mientras tanto, en España, el duque de Wellington ya había roto el poder francés en España al derrotar a un ejército francés en la batalla de Vitoria en junio de 1813.
Los británicos, con sus aliados portugueses y españoles, avanzaron entonces hacia la propia Francia. En la noche del 9 de noviembre de 1813, el ejército británico cruzó los pasos de los Pirineos y entró en Francia, siendo el primer ejército aliado en hacerlo desde la primera coalición.
Wellington libraría entonces una serie de batallas en el sur de Francia, que culminarían con la sangrienta batalla de Toulouse del 10 al 13 de abril de 1814, varios días después de la toma de París y la capitulación de los franceses.
De vuelta a Alemania, los aliados ofrecieron la paz en forma de las propuestas de Frankfurt, que permitían a Napoleón seguir siendo emperador en Francia, pero limitaban a Francia a “sus fronteras naturales”, teniendo que ceder a los aliados todo el territorio que había ganado en Alemania, España, Italia y Polonia.
Napoleón rechazó inmediatamente estas condiciones y comenzó la invasión del norte de Francia. Los aliados, tras una breve campaña, entraron en París el 30 de marzo de 1814.
Napoleón abdicó el 11 de abril de 1814 después de que sus mariscales se amotinaran y exigieran su dimisión. A continuación se firmó el Tratado de París el 30 de mayo de 1814, que puso fin a la guerra entre Francia y las principales potencias europeas.
Tras un mes de celebraciones por la victoria, los líderes y los principales diplomáticos de los aliados se trasladaron a Viena para celebrar el Congreso de Viena de septiembre de 1814 y junio de 1815.
Allí debían tomar decisiones como:
- Rediseñar el mapa de Europa, reduciendo a Francia a sus fronteras anteriores a la guerra de la primera coalición.
- Decidir el destino de Napoleón y de la nación francesa.
- Eliminar el ducado de Varsovia.
Estas negociaciones tuvieron mucho éxito y mantuvieron una relativa paz en Europa durante casi 100 años.
Napoleón fue exiliado a la pequeña isla mediterránea de Elba, mientras que Francia fue entregada al rey restaurado Luis XVIII.
Séptima coalición
Esta coalición de las guerras napoleónicas se desarrolló en 1815 y estuvo integrada por el Reino Unido, Rusia, Suecia, Austria, Prusia, los Países Bajos y algunos estados alemanes.
En febrero de 1815, Napoleón se fugó de la isla de Elba y desembarcó en Francia, con la ayuda del gobierno francés, que envió tropas para que pudiera entrar triunfante en París. Comenzaba el Imperio de los cien días.
De inmediato se formó la séptima coalición para hacerle frente. Aunque Napoleón logró algunos éxitos en batalla, no pudo ganar la célebre Batalla de Waterloo.
Tras esta derrota Napoleón regresó a Francia, pero no recibió al apoyo político esperado y se vio obligado a dimitir nuevamente del poder, siendo exiliado a la isla de Santa Elena, territorio británico en el océano Atlántico, a más de 1800 kilómetros de la costa de Angola.
Francia perdió la Batalla de Waterloo, la cual fue determinante para acabar con su hegemonía, lo que le costó el dominio sobre Europa y Napoleón perdió su puesto como emperador.
Consecuencias de las Guerras napoleónicas
A finales del siglo XVIII y principio del XIX Francia llegó a ser una gran potencia dominante, en especial, cuando con base en las guerras napoleónicas, extendió su dominio hacia zonas de Europa, así como en otros continentes como África y Asia.
Aun así, las guerras napoleónicas trajeron como consecuencia la baja de vidas en los distintos ejércitos que se enfrentaron en batalla y una gran cantidad de heridos.
Aunque Francia logró un gran dominio, luego de perder la Batalla de Waterloo tuvo que retroceder sus líneas de batalla para protegerse de una inminente invasión. El fin de las largas contiendas bélicas causó que la división territorial en Europa cambiara radicalmente. Muchos territorios conquistados anteriormente declararon su independencia.
Además, España, que sufrió constantes ataques por parte de Napoleón, se debilitó y perdió el dominio que tenía sobre sus colonias en América, las cuales fueron logrando su independencia.
Por otro lado, Gran Bretaña surge como una nueva potencia mundial, desplazando así a Francia, que no volvió a recuperar el dominio que tuvo en la era napoleónica.